SANANDO MI LINAJE FEMENINO
Llamamos “Transgeneracional” (término acuñado por Anne Ancelin Schützenberger en su libro Ay, mis ancestros) a todo aquello que nuestros antepasados nos han transmitido, todo aquello que hemos recibido del conjunto de nuestro clan familiar. Esto incluye TODO, tanto los asuntos resueltos, lo que ya hemos aprendido e integrado en nuestro sistema familiar y en nuestra vida como lo que ha quedado pendiente.
Los seres humanos estamos interconectados con nuestro clan familiar de una manera global, a todos los niveles. Sombras y luces, alegrías y malestares: nuestros destinos están entretejidos a través de hilos invisibles que nos mantienen unidos incluso aunque no nos hayamos conocido (seguramente no conocimos a nuestra tatarabuela, pero forma parte de nuestra red familiar y, por tanto, estamos conectad@s a ella). Esta red es un campo cuántico de información compartida, de vivencias y sensaciones que han ido transmitiéndose de generación en generación, en cada uno de los úteros que han ido creando vida desde el inicio de nuestro linaje hasta el presente.
Este legado familiar abarca todos los ámbitos de nuestra vida (relaciones amorosas, relaciones sociales, trabajo, dinero, salud) y puede generar en nosotr@s diferentes limitaciones que actúan a nivel inconsciente. Ese nivel inconsciente muchas veces es la clave: al no acceder a la información a través de nuestra razón consciente, podemos quedar atrapad@s en lealtades familiares que nos estancan y nos obligan a repetir destinos que no quedaron resueltos en su momento. Son herencias (tristeza, secretos, abusos de poder, abusos sexuales, pérdidas económicas, lealtades ) que van transmitiéndose a l@s sucesor@s y que aceptamos de forma inconsciente por amor/lealtad/transmisión a nuestro clan.
A través de estas vidas paralelas y cruzadas, de estos destinos compartidos, se crea un Alma Familiar en la que los ciclos se suceden: aquello que quedó inconcluso se repite, lo que quedó pendiente se estira y alarga su sombra hasta el presente, en forma de bucle que nos ancla, que nos impide avanzar y nos aleja de nuestro Propósito Vital.
El amor ciego a la memoria de nuestros ancestros es en ocasiones el causante de nuestro bloqueo; por tanto, para dejar de repetir una y otra vez el esquema que nos está manteniendo inmóviles en la vida, hemos de ser “infieles” a nuestro clan familiar. Esto significa desmarcarnos, coger nuestra propia fuerza, abrazar aquello que nos hace diferentes y atrevernos a instaurar nuevos patrones que supongan una nueva manera de enfrentarnos a los retos de la vida.
Para conseguir llegar a esta nueva manera de vivir es necesario realizar un proceso terapéutico de honrar a nuestros ancestros, reconocer aquello que fue (los traumas, los secretos, los dolores, las exclusiones, incluso los abusos), ver lo que fue, aceptarlo, abrazarlo y encontrar una nueva forma de estar. De su camino de vida surgió el nuestro; cuando ponemos una mirada de amor y comprensión, hacia las niñ@s que fueron las mujeres de nuestro linaje, como adolescestes, como mujeres con toda su historia personal, viéndolas así, podemos darnos cuenta que no supieron/pudieron hacerlo diferente, no tenían las herramientas necesarias para hacerlo de otro modo. Del respeto profesado a nuestros ancestros nace un nuevo respeto por nosotr@s mism@s, por nuestro derecho a existir, a seguir nuestra propia senda vital y continuar con nuestro desarrollo espiritual.
Una parte muy importante de esta honra a nuestro clan familiar es la sanación del vínculo con nuestra madre.
La relación con nuestra madre es la que más nos marca desde nuestra infancia. Estuvimos en su interior, nos nutrimos de ella antes de nacer, experimentamos nuestras primeras sensaciones dentro de su cuerpo, y por ello nuestra conexión con ella es absoluta y condiciona todos los aspectos de nuestra vida: relaciones amorosas, relaciones sociales, sexualidad, relación con la autoridad, nuestro sentido de la abundancia…
Podemos tener sentimientos muy ambivalentes hacia nuestra madre; a veces, incluso, hacerla responsable de nuestra infelicidad. Por ello es muy importante trabajar el vinculo materno, abrir nuestro corazón a la aceptación de lo que fue, para poder abrirnos al amor y a nuestra propia fuerza interna. Ella fue nuestra entrada a la existencia, por lo que de ese vínculo nacerá nuestra confianza (o no) en la vida y en nosotr@s mism@s. Es, además, nuestro primer y principal referente femenino, por lo que, de nuevo, de nuestro vínculo nacerá nuestra fuerza y poder enraizado en la feminidad.
Hemos de entender que nuestra madre, antes de traernos al mundo, tuvo su propia relación con nuestro linaje familiar, su infancia, sus propias limitaciones basadas en patrones repetitivos sobre temas no resueltos, sus propios traumas, miedos e inseguridades. Todo ello configuró su personalidad como mujer, y más tarde, su papel como madre. De hecho, ella tuvo a su vez su propia madre, que también influyó decisivamente en su desarrollo.
¿Cómo vivió tu madre tu embarazo? ¿Cómo vivió tu parto, tu nacimiento? ¿Estuvo presente a lo largo de tu niñez, o se encontraba sumergida en sus propios pensamientos? ¿Te cuidaba? ¿Te abrazaba? ¿Estaba sometida a su marido, a tu padre? En una situación de abuso, ¿te protegió? ¿Te dedicó el tiempo que necesitabas?
Estas preguntas te llevarán a analizar tus propias emociones hacia tu madre, tu infancia y tu presente: sensación de inferioridad, sentimiento de abandono, tristeza, ira… Aceptar que estas emociones están en tu interior es el primer paso para poder sanarlas, dejando fluir esa niña interna pura e inocente que vive en nosotras, que quizá quedó dañada y solo busca amor y protección.
Es importante que entendamos que nuestra madre solo pudo amarnos de la manera en que había aprendido a amar y a amarse a sí misma. Perdonar a nuestra madre, comprender que hizo lo que hizo desde sus propias creencias y carencias es una maravillosa manera de honrar su figura y tender puentes hacia ella, para construir una relación sana entre ambas.
Al igual que con la aceptación de nuestra Alma Familiar, el trabajo de la Herida con la Madre es una grandísima oportunidad para sanar y abrazar la vida con todo aquello que tiene para ofrecernos. Aprender el automaternaje, la capacidad de darnos autocuidado, responsabilizarnos de nuestra propia felicidad, nos ayuda a configurarnos como personas, a “darnos a luz” a nosotras mismas, haciéndonos entrar en la fuente de Amor de la matriz universal.
Reconciliarte con la feminidad, reconstruir y abrazar tu linaje femenino, te permitirá recuperar tu energía perdida y abrirte a una nueva manera de bailar con la vida.
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Seguimos…
Núria Remus
Algo muy general pero super enriquecedor … Gracias 🫂☺️
Una gran enseñanza Gracias 🙏🏾
Me encantó
Primera vez que leo con profundidad un texto muy enriquecedor para mí…gracias.
Muy hermoso❤️