Emociones y terapia Gestalt
EMOCIONES Y TERAPIA GESTALT
La Terapia Gestalt forma parte de la corriente de Psicología Humanista, y tiene sus orígenes en la filosofía existencialista, la fenomenología, el teatro, el psicoanálisis, la psicología de la forma y otras corrientes orientales. Surgió alrededor de los años 50 con Fritz Perls, Laura Posner y algunos intelectuales más de su entorno.
El enfoque gestáltico o la filosofía de la Terapia Gestalt es totalmente holístico, teniendo en cuenta la totalidad y la complejidad del ser humano. Es decir, trabaja en todas las esferas de la persona: mental, emocional, corporal y espiritual. En concreto, en este artículo escribiré de las emociones y de como se trabaja desde la Terapia Gestalt con estas.
Siendo para la Terapia Gestalt, la esfera emocional, imprescindible en el trabajo terapéutico.
En este artículo me centraré en las cuatro emociones básicas (Alegría, tristeza, miedo y rabia) entendiendo que las demás emociones forman parte y son variantes que surgen a partir de estas cuatro primarias y universales. Mientras las emociones básicas son universales y transculturales, las emociones secundarias pueden tener algunas variaciones según las distintas culturas y cosmovisiones del mundo.
El mundo emocional es como una paleta de colores con miles de tonos e intensidades diferentes, a través de los cuales, se pinta gran parte de nuestro mundo interno y externo. Por ello, es tan importante abordar el tema de las Emociones desde la conciencia de la existencia de ellas, y la necesaria gestión para una vida en equilibrio y paz interna. También, para lograr relaciones y vínculos sanos, con las demás personas y con nosotras mismas.
Si nos fijamos en el origen de las emociones en relación a la supervivencia de la especie, nos podemos dar cuenta también de su gran importancia en nuestras vidas. Por ejemplo, el miedo nos esta avisando de un peligro y nos ha protegido a lo largo de siglos de vida. La excitación se relaciona directamente con nuestro impulso de vida. La pena con mostrar la vulnerabilidad y poder expresar nuestras necesidades para que sean cubiertas… y así sucesivamente. Precisamente desde aquí, nos podemos dar cuenta de la gran capacidad adaptativa de las emociones. Es decir, sirven para poder adaptarnos a nuestro entorno. Desde aquí, y añadiendo la mirada sin juicio gestáltica, concluyo que no hay emociones negativas ni positivas. Sin embargo:
“Existen gestiones emocionales disfuncionales y tóxicas, y otras funcionales y sanas”
Y es aquí, dónde la Terapia Gestalt y el propio autoconocimiento emocional puede ayudarnos a tener una vida con un mayor bienestar propio y relacional.
El hecho de realizar un proceso de exploración de nuestra gestión emocional resulta una herramienta muy útil y necesaria para el crecimiento personal. Relacionado con esto, para la Terapia Gestalt el carácter es muy importante. Entendiendo el carácter como aquello que se pone en marcha en nuestra relación con el mundo (incluidos los patrones automáticos de relación).
Hay tipos de personalidades y caracteres emocionales, mentales e instintivos, dependiendo de cuál sea el centro principal desde dónde la persona vive y percibe el mundo. Hay caracteres de personas que evitan un tipo de emociones (por ejemplo, la tristeza) y persiguen otro tipo de emociones (por ejemplo, la alegría). Hay caracteres que viven las emociones de forma muy intensa y corporal, y otros caracteres que tienen mucha dificultad en permitirse sentir las emociones a nivel corporal (por ejemplo, según que caracteres mentales, en ocasiones, “piensan que sienten” en vez de sentir corporalmente sin mente). Atado a los caracteres que han sido formados en nuestra infancia para adaptarse al sistema familiar y social al que pertenecemos, están los patrones de gestión emocional que hemos aprendido en “casa”, es decir, las gestiones emocionales de nuestros referentes nos influyen en la actualidad. Si estas gestiones no han sido sanas, en la actualidad nos encontraremos con patrones heredados y aprendidos que habrá que revisar y ampliar. Todo esto afecta directamente a nuestra forma de gestionar las emociones y también nos limita. Nos aleja de vivir plenamente toda la paleta de colores, con sus distintas intensidades y gamas de colores; volviéndonos “esclavos” de un limitado patrón emocional que no nos permite experimentar y ampliar nuestra realidad.
Abrir el abanico personal de las emociones y atrevernos a vivir las emociones de una forma distinta, después de darnos cuenta de cómo nos afectan nuestros propios patrones emocionales, es algo que se realiza amorosamente en un proceso de Terapia Gestalt. Son muchas las técnicas que nos ayudan como terapeutas, a acompañar esta exploración y ampliación del mundo emocional. Algunos ejemplos de estas relacionadas con los tres principios básicos de la filosofía Gestalt son:
- Vivir el mundo emocional en el “aquí y el ahora”: Algunas personas eligen (o no pueden evitar) alienarse, desconectarse del Aquí y Ahora, ya que, por ejemplo, si solo existe el momento presente y este nos está provocando tristeza, dolor o angustia, puede resultar tentador dedicarse a imaginar un futuro en el que estas emociones hayan desaparecido. Esta desconexión, sin embargo, también nos mantiene alejados del estado de plenitud de las emociones agradables, y nos impide desarrollarnos como seres humanos completos. Un claro ejemplo es el de la persona depresiva que, ante un momento de alegría, automáticamente construye un pensamiento catastrofista (“esto no puede durar, es un espejismo, sentir esta alegría no tiene sentido porque seguro que irá seguida de un dolor intenso”).
- “Darse cuenta”: El “darse cuenta” desde la toma de conciencia de la persona ante sus propias necesidades (ante aquellos elementos que se han convertido en Figura) es un proceso de autoconocimiento que conlleva una nueva manera de relacionarse consigo misma y con el entorno. Darse cuenta de las propias necesidades reales supone un exploración de las propias emociones, sobre aquellos aspectos que antes habían quedado velados y que ahora emergen, llevando a la persona a la acción para satisfacerlos. Un ejemplo de esto sería el hecho de percatarse de que una determinada relación nos genera tristeza o miedo, lo cual nos llevaría a plantearnos si podemos hacer algo para transformarla o en un extremo de la polaridad, evitarla.
- Tomar la “responsabilidad” de lo que sentimos: Responsabilizarnos de aquello que sentimos, en concreto aquí, de las emociones que estamos sintiendo, de las emociones que evitamos o de las emociones a las que nos apegamos… es una parte muy importante del proceso del trabajo con las emociones. Desde la responsabilidad es desde dónde puede ocurrir el cambio. Si por el contrario, responsabilizamos a nuestro alrededor de nuestras propias emociones, el cambio y la transformación no serán posibles.
En conclusión, el trabajo terapéutico desde la esfera emocional es un proceso apasionante y profundo, que nos regala muchas claves para vivir de forma más armónica y nos ayuda a sentirnos en equilibro con nuestro mundo interno y externo. No necesariamente hay que esperar a estar en crisis para empezar un proceso terapéutico, mejorar la gestión emocional, es un motivo suficiente para empezar un proceso terapéutico y comenzar a pintar nuestra vida con distintas tonalidades e intensidades.
Noelia Entrena Cobo
Equipo Espaipertu