martillo que se clava un clavo

La Retroflexión en Terapia Gestalt

La retroflexión es un mecanismo neurótico por el cual el individuo se hace a sí mismo lo que en realidad le gustaría hacer a otros.

Fritz Perls lo explica de la siguiente manera:

“Cuando alguien retroflecta una conducta, se hace a sí mismo como originalmente quería tratar a otras personas u objetos. Deja de dirigir sus energías hacia afuera en un intento de manipular y llevar a cabo cambios en el ambiente que satisfarán sus necesidades; y más bien, reorienta su actividad hacia adentro y se sustituye a sí mismo por el ambiente como objetivo del comportamiento” 

Evidentemente, algunos impulsos deben de ser controlados para poder convivir en paz con los demás. Aunque a veces tengamos el impulso de hacer algo a los demás (insultar, hacer daño, etc.) el trabajo de responsabilidad interna es de autocontrolarnos  y que el impulso no salga hacia fuera.

Sin embargo, en la retroflexión no estamos hablando de este autocontrol sano, sino más bien de un giro en el objetivo de nuestros impulsos. El retroflector cambia la orientación de sus impulsos del otro hacia sí mismo y se acaba convirtiendo en la diana hacia la cual dirige todos los dardos. Así, por ejemplo, en vez de decirle a alguien que me enfada su conducta, me enfado conmigo mismo; o en vez de dirigir mi agresividad hacia el otro, me muerdo las uñas, me autoculpo, me hablo mal, no como, bebo, etc.

En el ciclo de la experiencia gestáltico, la retroflexión sería una interrupción en el paso de la energetización a la acción. A pesar de la energía acumulada para un propósito determinado (energetización) se crea una resistencia a pasar a la acción; entonces, esa energía que queda almacenada, y que debería de haber sido dirigida hacia afuera, se vuelve hacia uno mismo.

En una persona con baja autoestima o con dependencia emocional, es muy común retroflectar la rabia o el enfado que no se expresa hacia afuera.

En ocasiones, el miedo a perder a la otra persona es tan grande que el dependiente cede ante muchas demandas que traspasan los límites de su propio deseo o necesidad, e incluso, muchas veces, que van más allá de su propia dignidad. Y esa energía de cabreo, que nace después de haberse puesto por debajo del otro, se vuelve contra sí mismo/a muchas veces de manera inconsciente e, incluso, psicosomática.

Puedo poner un ejemplo, que he visto en ocasiones en terapia, (esto no quiere decir que siempre es así) el de las mujeres y algunos casos de candidiasis. Algunas mujeres que han sufrido este tipo de infección vaginal lo relacionan con algún tipo de conflicto a nivel sexual o de relación con la pareja. En algunas ocasiones, parece que las cándidas aparecen después de haber mantenido relaciones sexuales sin auténtico deseo o por haber cedido a alguna demanda de la pareja sin estar plenamente convencidas, probablemente movidas por miedo a perderla, o enfado por infidelidad, traición, mentiras.  En estos casos, la insatisfacción sexual o el enfado, genera en la mujer una dosis de enfado que contiene en un primer momento y que, finalmente, dirige hacia su propio cuerpo en forma de picor, irritación y dolor. Así pues, las cándidas pueden aparecer de manera inconsciente a raíz de algún tema pendiente con la pareja. El cuerpo encuentra así una manera de poner límites indirectamente.

¿Y de dónde nace la retroflexión?

Probablemente del periodo de educación en la infancia. El niño muy pronto descubre que la satisfacción inmediata de sus necesidades muchas veces viene acompañada de un reproche por parte de los padres, de modo que aprende a reprimir sus impulsos para no ser castigado.

Veamos cómo explica  el  a p r e n d i z a j e  d e l  c o n t r o l  e n  e l  n i ñ o

G . P i e r r e t  e n  s u  l i b r o  Pl e n i t u d  a q u í  y  a h o r a :

“El aprendizaje del control se hace a través de la educación por medio del sistema de la gratificación ­castigo. El niño descubre enseguida el reproche que le merece la satisfacción espontánea de algunas de sus necesidades. Descubre obstáculos a su alrededor: es castigado y frustrado. Comprende deprisa que, por el hecho de su condición de niño, saldrá siempre perdiendo contra los mayores. Abandona la lucha abierta por sus necesidades y pone en marcha un sistema para reprimirse, controlarse” .

Funcionando de esta manera, el resultado sería un individuo inhibido y bloqueado en la acción. La persona ha aprendido a reprimir sus impulsos para disminuir los riesgos de ser castigado o reprendido, de tal modo que su energía queda bloqueada y el ciclo de la experiencia truncado por no poder pasar a la acción.

En​ el caso que nos concierne, para ir hacia la sanación del dependiente es necesario que éste se mantenga en contacto con sus propias necesidades y tome consciencia de dónde están sus límites ante las demandas del otro. Cuando uno sabe lo que quiere, necesita o desea, es importante hacerse responsable de ello y expresarlo más allá de cómo vaya a reaccionar el otro. Cada límite que vaya poniendo, por pequeño que sea, es un paso más hacia el camino de la responsabilidad personal y el autoapoyo.

Es importante ser conscientes de que ya no somos niños aterrados por ver a papá o a mamá enfadados, con pánico a que nos abandonen y a quedarnos desprotegidos y desvalidos. Somos adultos relacionándonos, y eso supone asumir unos riesgos. El riesgo de que el otro se enfade si le digo que no, el riesgo de que el otro decida marcharse cuando le expreso mis verdaderos anhelos y necesidades; pero no podemos olvidar que el abandono entre adultos no tiene lugar, no es un concepto adecuado.

En las relaciones, el otro puede irse cuando decida y, aunque duela, es una posibilidad con la que como adultos responsables de nosotros mismos, debemos aprender  a convivir.

Veamos,  qué vías de solución proponen los Polster en su Terapia gestáltica:​

“Lo que se necesita para deshacer la retroflexión es volver a la autoconciencia que acompañó sus comienzos. El sujeto debe darse clara cuenta, una vez más, de su forma de sentarse, de abrazar, de rechinar los dientes, etc. Cuando sepa lo que está pasando en su interior, su energía movilizada podrá buscar salida en la fantasía o en la acción” .

Así pues, desde el punto de vista gestáltico, la solución vuelve a estar en la “autoconciencia”, en el darse cuenta. Desde el momento presente, podemos conectar con esa energía de acción que ha quedado reprimida para sentir hacia dónde necesitaba ser dirigida. Tomando conciencia del movimiento genuino inicial que ha sido truncado por el mecanismo de la retroflexión, podemos decidir, haciendo un ejercicio de responsabilidad personal, si queremos llevarlo a cabo.

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