La Proyección en Terapia Gestalt

En la terapia Gestalt, la proyección es el proceso inverso a la introyección: si la introyección viene de fuera a dentro (me trago lo que hay en el ambiente), la proyección consiste en poner la responsabilidad fuera.

“Tal como la introyección es la tendencia a hacerse uno mismo responsable de lo que de hecho es parte del ambiente, la proyección es la tendencia a hacer responsable al ambiente de lo que se origina en uno mismo” .

Además de ver la introyección y la proyección como dos mecanismos de evitación que se oponen entre sí, es interesante ver cómo ambos mecanismos se retroalimentan y se compensan el uno al otro.

Si, debido a mis propias introyecciones, no quiero reconocer algunas partes que son mías, proyectaré fuera, es decir, veré en los demás todo aquello que no puedo aceptar de mí mism@. Por ejemplo, si de pequeña me dijeron que el sexo sin amor es sucio (introyecto) juzgaré como sucias aquellas personas que tengan sexo de una noche (proyección). Así pues, la proyección refuerza mis propios introyectos (los “deberías”, lo que está bien o mal, cómo debería ser o cómo no debería ser, etc.) y, a su vez, los introyectos son los causantes de que proyecte fuera.

Aquellas partes de mí misma que no se corresponden con mi autoconcepto (basado en mis propios introyectos) solo puedo reconocerlas en los demás. De este modo,  el proyectar me dirige a  mirar hacia dentro  y localizar en mí, dónde se origina el conflicto.

F. Peñarrubia explica esta relación entre introyección y proyección del siguiente modo:

“Proyección e introyección, como caras inversas de la misma moneda, mantienen una relación de proporcionalidad compensatoria: si me t​ragué que debo ser trabajador, tenderé a proyectar fuera mi parte perezosa o vaga, para evitar el conflicto interno. (…) La proyección proporciona una economía y una simplificación interior: se exporta el conflicto (criticando a los vagos, no cumplidores o parados) para que el autoconcepto no sufra fisuras (yo cumplo muy bien con mi trabajo)” .

Dice Peñarrubia sobre la proyección:

“(…) su función es precisamente desresponsabilizarse de la movilización propia

y no actuarla, sino proyectarla en la acción del otro (“el otro me persigue, me quiere agredir” sin hacerme cargo de mi tensión o mi excitación agresiva)” .

Vemos, pues, como a través de la proyección evitamos tomar responsabilidad. Cuando, a través de la proyección, me siento rechazada reacciono de tal manera que el otro no entiende lo sucedido porque, en realidad, proyecto en él algo que me pertenece. Los reproches y la culpa están dirigidos hacia el otro, de manera que no tomo mi responsabilidad en la situación.

Si queremos empezar a darle la vuelta a nuestras proyecciones y a hacernos responsables de lo que nos sucede, podemos utilizar la proyección como una pista hacia el autoconocimiento:

“La proyección es un excelente sistema de conocimiento en una doble dirección: dice algo de aquel sobre el que proyecta (la intuición del neurótico por algo proyecta en tal pantalla y no en otra) y sobre todo dice mucho del proyector si se detiene a apropiarse de lo que proyecta.Se trata por tanto de valorar las proyecciones como pistas de conocimiento, desandar el camino de la alienación, que decía Perls, ir a la búsqueda de lo propio que no sabemos que es nuestro hasta no encontrar lo fuera” .

Así pues, nuestras proyecciones pueden convertirse, si tenemos intención de ver, en una vía hacia el autoconocimiento. Si observamos qué juicios o reproches hacemos a los demás podremos descubrir aquellas partes de nosotros mismos que no estamos reconociendo como propias. De este modo podemos salir del rol de víctimas y empezar a hacernos responsables de nuestra propia vida.

Es inevitable proyectar. La cuestión es si lo hacemos de manera patológica, es decir, sin responsabilizarnos, o bien lo hacemos de manera creativa. Si partimos de la base de que lo que percibimos lo pasamos por nuestro filtro de creencias y experiencias, es inevitable proyectar en el mundo aquello que hay en uno mismo. Al igual que proyecto en el ambiente aquello que rechazo de mí (la parte oscura) también puedo proyectar de manera creativa cuando me hago responsable de mis proyecciones. Cuando soy consciente de que yo soy el origen de aquello que proyecto, puedo plasmar en el exterior imágenes, palabras, melodías, caricias… de un modo creativo, lo cual puede ser muy sanador. Escribir, dibujar, cantar y en general, cualquier tipo de arte, lo podemos utilizar como un medio para volcar nuestras proyecciones y, a la vez, apropiamos de ellas.

Joseph Zinker reflexiona sobre esta cuestión en El proceso creativo en la terapia guestáltica:

“Quien proyecta creativamente sabe que su producción nace de un diálogo que se desarrolló en su interior, diálogo que después se concreta. Porque conoce las raíces de sus imágenes, esa persona tiene menos probabilidades de sentirse a merced del ambiente. Efectúa, con su propio poder, experimentos en el ambiente. Puede modificar sus producciones, gracias a su integridad intelectual, y aprender de su propia experiencia” .​

En definitiva, para reapropiarnos de nuestras proyecciones y, así, dejar de juzgar y culpar al mundo de nuestro malestar, tenemos que empezar a diferenciar entre lo que es obvio y lo que son nuestras fantasías y suposiciones. En palabras de E. y M. Polster:

“Cuando el proyector acepta atribuirse en una fantasía los rasgos que advierte claramente en los demás, pero hasta entonces ha obliterado de su autoconciencia, sólo con esto afloja y expande su demasiado rígido sentido de identidad” .

De modo que cuando recuperamos una proyección, cuando somos capaces de dejar de mirar afuera para empezar a mirar hacia dentro, solo entonces tomamos responsabilidad por nuestros actos y crecemos en honestidad e integridad.

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